Primero voy a dejar súper claro que – no soy fotógrafa profesional – (no estudié fotografía, estudié diseño de interiores, diseño de vestuario e interpretariado inglés español). Pero amo la fotografía, desde que estuve en el taller de fotografía en el colegio, que por cierto era con máquina manual (nos enseñaron a revelar y todo ese proceso).
Mi conocimiento sobre la fotografía se remonta a esos años, cuando tenía 15 (unos 20 años atrás) pero se puso un poco mas serio cuando empecé con un emprendimiento (hace 10 años, en conjunto con 2 familiares) de aceite de oliva y me vi en la obligación de desempolvar todo lo aprendido para aplicarlo a mostrar nuestros productos y hacerlos lo suficientemente atractivos para generar ventas a través de una página web, catálogo y redes sociales.
El tema se puso interesante cuando empecé a ahondar en las redes sociales y su gran oportunidad de llegar a muchas personas sin tener que -hacer demasiado- y así aumentar nuestra posibilidad de hacer crecer nuestro público. Así como vi oportunidad de crecimiento, también vi una alta competencia, sobretodo con grandes empresas que tenían la posibilidad de contratar fotógrafos profesionales con estudios especialmente preparados para este tipo de sesiones y fue en ese momento cuando decidí retomar algunos libros, observar a éstos profesionales (para intentar imitar) y me puse manos a la obra.
Fotografiar líquidos, que a veces tienen incorporados elementos flotantes, en botellas transparentes reflectantes fue todo un desafío y debo reconocer que no me resultó muy bien las primeras veces. Mi marido me había regalado una cámara reflex (Nikon N4500 ¿creo?) e intenté partir de una con ese monstruo, que si bien es un monstruo, fue difícil de aprender a configurar (de hecho todavía no lo logro en su totalidad). Luego de varios intentos fallidos, siempre he sido muy exigente conmigo misma, decidí cambiar mi perspectiva de como estaba intentando imitar el trabajo de otros y fue mas allá, a entender el porqué esa fotografía en particular hacía que ese producto se luciera y viera tan espectacular.
Fue en ese momento que mi mente se abrió a otros conocimientos que van mas allá de una simple técnica de manejo de luz/sombra y temperaturas. Fue a aprender lo que ven los fotógrafos cuando les presentan un producto, entender su función, su uso, sus puntos fuertes y débiles e intentar en una sola imagen mostrar todo o gran parte de eso. Finalmente comprendí que eso es lo que vende, el alma del producto, no solo una linda fotografía con buena luz y color.
Pasaron los años y con la práctica se me fue haciendo cada vez mas natural y por ende rápido, captar esos detalles y cuando llegué al mundo de papelería y los montajes de candy bar (2 años atrás), se me hizo mucho mas simple lograr dar con esas fotos ideales para presentar mi propio emprendimiento, ya que los productos y montajes los hago yo misma y conozco perfectamente cual es el alma de cada creación.
En la medida que pasaba mas tiempo compartiendo con otros emprendedores colegas, me di cuenta que no a todos se les hacía tan natural y sencillo tomar fotografías que realmente reflejaran la esencia de sus productos y servicios y fue justo ahí que el universo se alineó (en un momento de necesidad) y me dieron la oportunidad de empezar a enseñar mis conocimientos y poder ayudar a otros con ellos. A pesar de que nunca se me hubiese ocurrido enseñar a otros, así como una -profesión-, una de mis mentoras en esa época me motivó a hacerlo y me ayudó a descubrir algo que realmente amé y amo hasta el día de hoy.
El taller de fotografía partió en la comunidad Red Decora, de Leonor Bravo, dueña de la marca Decoratucumple, de la mano de grosas de la papelería aquí en Chile, como lo son Lorna Infante, la misma Leonor y Jocelyne de Artelyne y a quienes les tengo mucho respeto y cariño por dejarme compartir un título de profesora en su mismo nivel. Para luego tomar este rumbo, haciéndome cargo 100% de mi taller y de su evolución.
